La racionalidad de Job
Las experiencias prácticas de Job, así como su humanidad recta y sincera, significaban que hizo el juicio y las elecciones más racionales cuando perdió sus bienes y a sus hijos. Tales decisiones racionales eran inseparables de sus actividades diarias y de los hechos de Dios que había llegado a conocer durante su vida cotidiana.
La sinceridad de Job lo capacitó para creer que la mano de Jehová domina todas las cosas; su creencia le permitía conocer la realidad de la soberanía de Jehová Dios sobre todas las cosas; su conocimiento hizo que estuviese dispuesto a obedecer la soberanía y las disposiciones de Jehová Dios, y lo capacitó para ello; su obediencia le permitió ser más y más sincero en su temor de Él; su temor lo hizo más y más real en su forma de apartarse del mal; en última instancia, Job se volvió perfecto, porque temía a Dios y se apartaba del mal; y su perfección lo hizo sabio, y le proporcionó la máxima racionalidad.
¿Cómo deberíamos entender esta palabra “racional”? Su interpretación literal es tener sentido común, ser lógico y sensato en la forma de pensar, ser de palabras, acciones y juicios sensatos, y poseer estándares morales prudentes y correctos. No obstante, la racionalidad de Job no se explica con tanta facilidad. Cuando se dice aquí que Job poseía la racionalidad máxima, guarda relación con su humanidad y su conducta delante de Dios. Al ser sincero, Job era capaz de creer en la soberanía de Dios y obedecerla, y esto le proporcionó un conocimiento que otros no podían obtener. Esto lo capacitó para discernir, juzgar y definir con mayor precisión lo que le aconteció, permitiéndole así decidir de forma más exacta y perspicaz qué hacer y a qué aferrarse con firmeza. Es decir, sus palabras, su conducta, los principios subyacentes a sus actos, y el código mediante el cual actuaba, eran correctos, claros y específicos, en lugar de ciegos, impulsivos o emocionales. Sabía cómo lidiar con todo lo que le ocurría, cómo equilibrar y manejar las relaciones entre acontecimientos complejos, cómo aferrarse al camino al que debía asirse con firmeza y, además, sabía cómo lidiar con lo que Jehová Dios le daba y le quitaba. Esta era la racionalidad de Job, la que le permitió decir “Jehová dio y Jehová quitó; bendito sea el nombre de Jehová”, cuando perdió sus activos y sus hijos.
Cuando Job afrontó el enorme dolor del cuerpo, y las amonestaciones de sus familiares y amigos, y cuando se enfrentó a la muerte, su conducta práctica les demostró una vez más a todos cuál era su verdadera cara.
La cara real de Job: verdadera, pura y sin falsedad
Leamos lo siguiente: “Entonces Satanás salió de la presencia de Jehová y atormentó a Job con una sarna dolorosa desde la planta de sus pies hasta la parte superior de su cabeza. Y agarraba un pedazo de vasija para que se rascara y estaba sentado en medio de cenizas” (Job 2:7-8). Esta es una descripción de la conducta de Job cuando las llagas aparecieron por todo su cuerpo. En ese momento, se sentó sobre cenizas para soportar su dolor. Nadie trataba con él ni le ayudaba a aliviar el dolor de su cuerpo; tenía que usar un tiesto para rascarse las llagas. Superficialmente, era tan solo una etapa en el tormento de Job, y no tiene relación con su humanidad ni con su temor de Dios, porque Job no dijo nada que pusiese de manifiesto su estado de ánimo ni sus opiniones, en aquel momento. Sin embargo, sus acciones y su conducta siguen siendo una expresión sincera de su humanidad. En el relato del capítulo anterior leímos que Job era el más grande de todos los orientales. Mientras tanto, este pasaje del segundo capítulo nos muestra que este gran hombre de Oriente debía tomar un tiesto para rascarse, mientras estaba sentado en medio de las cenizas. ¿No existe un contraste obvio entre estas dos descripciones? Es un contraste que nos muestra el verdadero ser de Job: a pesar de su posición y estatus de prestigio, nunca los había amado ni les había prestado atención alguna; no le preocupaba cómo vieran otros su posición ni que sus acciones o conducta pudieran tener un efecto negativo en la misma; no disfrutaba de las riquezas del estatus ni la gloria y la posición que lo acompañaban. Solo le importaba su propia valía y el sentido de su vivir a ojos de Jehová Dios. El verdadero ser de Job era su propia esencia: no amaba la fama ni la fortuna, ni vivía para ellas; era sincero, puro, y sin falsedad.
La separación de Job del amor y el odio
Otro lado de la humanidad de Job se pone de manifiesto en este diálogo entre él y su esposa: “Entonces su esposa le dijo: ¿Todavía mantienes tu integridad? Maldice a Dios y muérete. Pero él le dijo: Tú hablas como habla una mujer tonta. ¿Qué? ¿Recibiremos de la mano de Dios todas las cosas buenas y no recibiremos la maldad?” (Job 2:9-10). Viendo el tormento que estaba sufriendo, la esposa de Job intentó aconsejarle para ayudarle a escapar de este, pero las “buenas intenciones” no obtuvieron la aprobación de Job; más bien, despertaron su enojo, porque ella negaba su fe en Jehová Dios, su obediencia a él y también Su existencia. Esto le resultaba intolerable, porque él nunca se había permitido hacer nada que se opusiera a Dios o le hiciera daño, por no mencionar a los demás. ¿Cómo podía permanecer indiferente cuando oía a otros blasfemar contra Dios y le insultaban? Por eso llamó a su esposa “mujer tonta”. La actitud de Job hacia ella era de enojo y odio, así como de reproche y reprimenda. Era la expresión natural de la humanidad de Job que diferenciaba entre el amor y el odio, y una representación verdadera de su recta humanidad. Job poseía un sentido de la justicia que le hacía odiar los vientos y las mareas de la maldad, así como aborrecer, condenar y rechazar la absurda herejía, los argumentos ridículos, y las afirmaciones disparatadas, y le permitían aferrarse a sus propios principios y su postura correctos cuando las masas lo rechazaron y sus seres cercanos desertaron de él.
La bondad y la sinceridad de Job
Dado que podemos ver la expresión de diversos aspectos de la humanidad de Job en su conducta, ¿qué vemos de la misma cuando abrió su boca para maldecir el día de su nacimiento? Este es el tema que compartiremos a continuación.
Con anterioridad he hablado de por qué maldijo Job el día de su nacimiento. ¿Qué veis en esto? Si él hubiera sido insensible, sin amor, frío y sin emociones, y despojado de humanidad, ¿podría haberse preocupado por el deseo del corazón de Dios? ¿Y podría haber despreciado el día de su nacimiento por su preocupación por el corazón de Dios? En otras palabras, si Job hubiera sido insensible y sin humanidad, ¿se habría angustiado por el dolor de Dios? ¿Habría maldecido el día de su nacimiento porque afligiera a Dios? La respuesta es: ¡rotundamente no! Como era bondadoso, se preocupaba por el corazón de Dios; y como se preocupaba por el corazón de Dios, sentía Su dolor; como era bondadoso, sufría un mayor tormento como consecuencia de sentir el dolor de Dios; como sentía el dolor de Dios, comenzó a aborrecer el día de su nacimiento, y por eso lo maldijo. Para los extraños, toda la conducta de Job mientras duraron sus pruebas es ejemplar. Solo su maldición del día de su nacimiento deja un interrogante sobre su perfección y rectitud, o provee una valoración diferente. En realidad, esta fue la expresión más verdadera de la esencia de su humanidad. Esta no estaba oculta ni empaquetada, ni la revisaba nadie más. Cuando maldijo el día de su nacimiento, demostró la bondad y la sinceridad existentes en lo profundo de su corazón; era como un manantial cuyas aguas son tan claras y transparentes que revelan su fondo.
Una vez sabido todo esto sobre Job, la mayoría de las personas podrán hacer una valoración más precisa y objetiva de la esencia de su humanidad. También deberían tener un entendimiento y una apreciación profundos, prácticos y más avanzados de la perfección y la rectitud de Job a la que Dios se refiere. Con suerte, este entendimiento y esta apreciación ayudarán a las personas a embarcarse en el camino de temer a Dios y apartarse del mal.
de "La Palabra manifestada en carne"
The Bible quotation in this article are translated from AKJV.
El Evangelio del Reino de los Cielos
Las experiencias prácticas de Job, así como su humanidad recta y sincera, significaban que hizo el juicio y las elecciones más racionales cuando perdió sus bienes y a sus hijos. Tales decisiones racionales eran inseparables de sus actividades diarias y de los hechos de Dios que había llegado a conocer durante su vida cotidiana.
La sinceridad de Job lo capacitó para creer que la mano de Jehová domina todas las cosas; su creencia le permitía conocer la realidad de la soberanía de Jehová Dios sobre todas las cosas; su conocimiento hizo que estuviese dispuesto a obedecer la soberanía y las disposiciones de Jehová Dios, y lo capacitó para ello; su obediencia le permitió ser más y más sincero en su temor de Él; su temor lo hizo más y más real en su forma de apartarse del mal; en última instancia, Job se volvió perfecto, porque temía a Dios y se apartaba del mal; y su perfección lo hizo sabio, y le proporcionó la máxima racionalidad.
¿Cómo deberíamos entender esta palabra “racional”? Su interpretación literal es tener sentido común, ser lógico y sensato en la forma de pensar, ser de palabras, acciones y juicios sensatos, y poseer estándares morales prudentes y correctos. No obstante, la racionalidad de Job no se explica con tanta facilidad. Cuando se dice aquí que Job poseía la racionalidad máxima, guarda relación con su humanidad y su conducta delante de Dios. Al ser sincero, Job era capaz de creer en la soberanía de Dios y obedecerla, y esto le proporcionó un conocimiento que otros no podían obtener. Esto lo capacitó para discernir, juzgar y definir con mayor precisión lo que le aconteció, permitiéndole así decidir de forma más exacta y perspicaz qué hacer y a qué aferrarse con firmeza. Es decir, sus palabras, su conducta, los principios subyacentes a sus actos, y el código mediante el cual actuaba, eran correctos, claros y específicos, en lugar de ciegos, impulsivos o emocionales. Sabía cómo lidiar con todo lo que le ocurría, cómo equilibrar y manejar las relaciones entre acontecimientos complejos, cómo aferrarse al camino al que debía asirse con firmeza y, además, sabía cómo lidiar con lo que Jehová Dios le daba y le quitaba. Esta era la racionalidad de Job, la que le permitió decir “Jehová dio y Jehová quitó; bendito sea el nombre de Jehová”, cuando perdió sus activos y sus hijos.
Cuando Job afrontó el enorme dolor del cuerpo, y las amonestaciones de sus familiares y amigos, y cuando se enfrentó a la muerte, su conducta práctica les demostró una vez más a todos cuál era su verdadera cara.
La cara real de Job: verdadera, pura y sin falsedad
Leamos lo siguiente: “Entonces Satanás salió de la presencia de Jehová y atormentó a Job con una sarna dolorosa desde la planta de sus pies hasta la parte superior de su cabeza. Y agarraba un pedazo de vasija para que se rascara y estaba sentado en medio de cenizas” (Job 2:7-8). Esta es una descripción de la conducta de Job cuando las llagas aparecieron por todo su cuerpo. En ese momento, se sentó sobre cenizas para soportar su dolor. Nadie trataba con él ni le ayudaba a aliviar el dolor de su cuerpo; tenía que usar un tiesto para rascarse las llagas. Superficialmente, era tan solo una etapa en el tormento de Job, y no tiene relación con su humanidad ni con su temor de Dios, porque Job no dijo nada que pusiese de manifiesto su estado de ánimo ni sus opiniones, en aquel momento. Sin embargo, sus acciones y su conducta siguen siendo una expresión sincera de su humanidad. En el relato del capítulo anterior leímos que Job era el más grande de todos los orientales. Mientras tanto, este pasaje del segundo capítulo nos muestra que este gran hombre de Oriente debía tomar un tiesto para rascarse, mientras estaba sentado en medio de las cenizas. ¿No existe un contraste obvio entre estas dos descripciones? Es un contraste que nos muestra el verdadero ser de Job: a pesar de su posición y estatus de prestigio, nunca los había amado ni les había prestado atención alguna; no le preocupaba cómo vieran otros su posición ni que sus acciones o conducta pudieran tener un efecto negativo en la misma; no disfrutaba de las riquezas del estatus ni la gloria y la posición que lo acompañaban. Solo le importaba su propia valía y el sentido de su vivir a ojos de Jehová Dios. El verdadero ser de Job era su propia esencia: no amaba la fama ni la fortuna, ni vivía para ellas; era sincero, puro, y sin falsedad.
La separación de Job del amor y el odio
Otro lado de la humanidad de Job se pone de manifiesto en este diálogo entre él y su esposa: “Entonces su esposa le dijo: ¿Todavía mantienes tu integridad? Maldice a Dios y muérete. Pero él le dijo: Tú hablas como habla una mujer tonta. ¿Qué? ¿Recibiremos de la mano de Dios todas las cosas buenas y no recibiremos la maldad?” (Job 2:9-10). Viendo el tormento que estaba sufriendo, la esposa de Job intentó aconsejarle para ayudarle a escapar de este, pero las “buenas intenciones” no obtuvieron la aprobación de Job; más bien, despertaron su enojo, porque ella negaba su fe en Jehová Dios, su obediencia a él y también Su existencia. Esto le resultaba intolerable, porque él nunca se había permitido hacer nada que se opusiera a Dios o le hiciera daño, por no mencionar a los demás. ¿Cómo podía permanecer indiferente cuando oía a otros blasfemar contra Dios y le insultaban? Por eso llamó a su esposa “mujer tonta”. La actitud de Job hacia ella era de enojo y odio, así como de reproche y reprimenda. Era la expresión natural de la humanidad de Job que diferenciaba entre el amor y el odio, y una representación verdadera de su recta humanidad. Job poseía un sentido de la justicia que le hacía odiar los vientos y las mareas de la maldad, así como aborrecer, condenar y rechazar la absurda herejía, los argumentos ridículos, y las afirmaciones disparatadas, y le permitían aferrarse a sus propios principios y su postura correctos cuando las masas lo rechazaron y sus seres cercanos desertaron de él.
La bondad y la sinceridad de Job
Dado que podemos ver la expresión de diversos aspectos de la humanidad de Job en su conducta, ¿qué vemos de la misma cuando abrió su boca para maldecir el día de su nacimiento? Este es el tema que compartiremos a continuación.
Con anterioridad he hablado de por qué maldijo Job el día de su nacimiento. ¿Qué veis en esto? Si él hubiera sido insensible, sin amor, frío y sin emociones, y despojado de humanidad, ¿podría haberse preocupado por el deseo del corazón de Dios? ¿Y podría haber despreciado el día de su nacimiento por su preocupación por el corazón de Dios? En otras palabras, si Job hubiera sido insensible y sin humanidad, ¿se habría angustiado por el dolor de Dios? ¿Habría maldecido el día de su nacimiento porque afligiera a Dios? La respuesta es: ¡rotundamente no! Como era bondadoso, se preocupaba por el corazón de Dios; y como se preocupaba por el corazón de Dios, sentía Su dolor; como era bondadoso, sufría un mayor tormento como consecuencia de sentir el dolor de Dios; como sentía el dolor de Dios, comenzó a aborrecer el día de su nacimiento, y por eso lo maldijo. Para los extraños, toda la conducta de Job mientras duraron sus pruebas es ejemplar. Solo su maldición del día de su nacimiento deja un interrogante sobre su perfección y rectitud, o provee una valoración diferente. En realidad, esta fue la expresión más verdadera de la esencia de su humanidad. Esta no estaba oculta ni empaquetada, ni la revisaba nadie más. Cuando maldijo el día de su nacimiento, demostró la bondad y la sinceridad existentes en lo profundo de su corazón; era como un manantial cuyas aguas son tan claras y transparentes que revelan su fondo.
Una vez sabido todo esto sobre Job, la mayoría de las personas podrán hacer una valoración más precisa y objetiva de la esencia de su humanidad. También deberían tener un entendimiento y una apreciación profundos, prácticos y más avanzados de la perfección y la rectitud de Job a la que Dios se refiere. Con suerte, este entendimiento y esta apreciación ayudarán a las personas a embarcarse en el camino de temer a Dios y apartarse del mal.
de "La Palabra manifestada en carne"
The Bible quotation in this article are translated from AKJV.
El Evangelio del Reino de los Cielos