La esencia de la creencia en Dios de la mayoría de las personas es la convicción religiosa: son incapaces de amarle, y sólo pueden seguirle como un robot, incapaces de anhelarle sinceramente y adorarle.
Simplemente lo siguen en silencio. Muchas personas creen en Dios, pero muy pocas lo aman; sólo lo veneran, porque tienen miedo de la catástrofe, o lo admiran porque es alto y poderoso, pero en su reverencia y su admiración no hay amor ni anhelo sincero. En sus experiencias buscan las pequeñeces de la verdad o algunos misterios insignificantes. La mayor parte de las personas simplemente siguen, pescan en aguas turbias sólo para recibir bendiciones; no buscan la verdad ni obedecen sinceramente a Dios con el fin de recibir Sus bendiciones. La vida de la creencia de todas las personas en Él no tiene sentido, no tiene valor, y en ella se encuentran sus consideraciones y búsquedas personales; no creen en Dios con el fin de amarlo, sino para ser bendecidos. Muchas personas actúan como les place, hacen lo que quieren y nunca consideran los intereses de Dios o si lo que hacen es acorde con Su voluntad. Tales personas ni siquiera pueden lograr la creencia verdadera, y mucho menos el amor de Dios. El hombre no sólo tiene que creer en la esencia de Dios; además, debe amarla. Pero muchos de los que creen en Dios son incapaces de descubrir este “secreto”. Las personas no se atreven a amarlo ni tratan de hacerlo. Ellas nunca han descubierto que, en Dios, hay mucho para amar, que Él es el Dios que ama al hombre, el Dios que está ahí para que este lo ame. La hermosura de Dios se expresa en Su obra: sólo cuando experimentan Su obra pueden las personas descubrir Su hermosura; sólo en sus experiencias prácticas pueden apreciarla y, sin observarla en la vida práctica, nadie puede descubrirla. Hay mucho que amar en Dios, pero sin ponerse en contacto con Él realmente, las personas son incapaces de descubrirlo. Es decir, si Dios no se hubiera hecho carne, las personas serían incapaces de ponerse en contacto con Él verdaderamente, y al ser incapaces de contactarlo de verdad, tampoco podrían experimentar Su obra; por tanto, su amor a Dios estaría manchado de mucha falsedad e imaginación. El amor de Dios en el cielo no es tan real como en la tierra, porque las personas construyen su conocimiento de Dios en el cielo sobre sus imaginaciones, y no sobre lo que han visto con sus propios ojos y lo que han experimentado. Cuando Dios viene a la tierra, las personas pueden ver Sus hechos reales, Su hermosura y todo Su carácter práctico y normal, y esto es miles de veces más real que el conocimiento del Dios del cielo. Independientemente de cuánto amen las personas al Dios del cielo, no hay nada real en este amor, y está lleno de ideas humanas. Por muy pequeño que sea su amor por el Dios de la tierra, sí es real; aun siendo poco, sigue siendo real. Dios hace que las personas lo conozcan a través de una obra real y obtiene su amor por medio de este conocimiento. Es como Pedro: si no hubiera vivido con Jesús, le habría resultado imposible adorarlo. Por tanto, su lealtad hacia Jesús también se edifica sobre su compromiso con Él. Para hacer que el hombre lo ame, Dios ha venido en medio del hombre y vive junto a él, y todo lo que Él hace que el hombre vea y experimente es la realidad de Dios.
Dios usa la realidad y la llegada de los hechos para perfeccionar a las personas; Sus palabras cumplen parte de este perfeccionamiento de las personas, y esta es la obra de dirección y de apertura del camino. Es decir, en las palabras de Dios debes encontrar la senda de la práctica, así como el conocimiento de las visiones. Al entender estas cosas, las personas tendrán una senda y visiones cuando practiquen realmente, y serán capaz de ser esclarecidas por medio de las palabras de Dios, de entender que estas cosas proceden de Él y de discernir mucho. Después de entender, deben entrar inmediatamente en esta realidad y deben usar Sus palabras para satisfacerlo en su vida práctica. Él te guiará entonces en todas las cosas, te dará una senda de práctica, te hará sentir que Dios es hermoso y te permitirá ver que cada paso de la obra de Dios en ti tiene como fin perfeccionarte. Si deseas ver el amor de Dios, experimentarlo verdaderamente, debes profundizar en la realidad, en la vida actual, y ver que todo lo que Dios hace es amor y salvación, de forma que las personas puedan dejar atrás lo que es impuro, con el fin de refinar las cosas en su interior que no pueden satisfacer la voluntad de Dios. Él usa palabras para proveer al hombre mientras también crea entornos en la vida práctica que permiten a las personas experimentar; si estas comen y beben muchas de las palabras de Dios, cuando las pongan realmente en práctica, pueden resolver todas las dificultades en sus vidas usándolas. Es decir, debes tener las palabras de Dios con el fin de profundizar en la realidad; si no las comes y bebes, y si no tienes la obra de Dios, no tendrás senda en la vida práctica. Si nunca comes o bebes las palabras de Dios, te frustrarás cuando te pase algo. Sólo sabes amar a Dios, y eres incapaz de hacer cualquier diferenciación; no tienes una senda de práctica; estás confundido, confuso y, en ocasiones, crees incluso que satisfaciendo a la carne estás haciendo lo propio con Dios. Todo esto es la consecuencia de no comer y beber las palabras de Dios, es decir, si no tienes la ayuda de Sus palabras y sólo vas a tientas en la realidad, eres fundamentalmente incapaz de encontrar la senda de la práctica. Personas así no entienden lo que significa creer en Dios, y mucho menos amarlo. Si, usando el esclarecimiento y la dirección de las palabras de Dios, oras a menudo, exploras y buscas, llegando a descubrir por este medio aquello que deberías poner en práctica, encuentras oportunidades para la obra del Espíritu Santo, cooperas realmente con Dios sin estar confundido y confuso, entonces tendrás una senda en la vida práctica y lo vas a satisfacer de verdad. Una vez hayas satisfecho a Dios, Su dirección estará dentro de ti y Él te bendecirá especialmente, lo que te dará una sensación de disfrute: te sentirás especialmente honrado por haber satisfecho a Dios, te sentirás especialmente radiante por dentro y, en tu corazón, estarás despejado y tranquilo, tu conciencia estará tranquila y libre de acusaciones, y tendrás una sensación agradable en tu interior cuando veas a tus hermanos y hermanas. Esto es lo que significa disfrutar del amor de Dios, y sólo esto es disfrutar verdaderamente de Dios. Las personas alcanzan el complacerse en el amor de Dios por medio de la experiencia: pasando dificultades y poniendo en práctica la verdad, obtienen las bendiciones de Dios. Si sólo dices que Él te ama realmente, que Él ha pagado un alto precio por las personas, que Él ha hablado muchas palabras con paciencia y bondad, y que siempre salva a las personas, entonces tu declaración de estas palabras es sólo un lado del disfrute de Dios. Otro disfrute más real sería que tú pusieras en práctica la verdad en tu vida real, tras lo cual estarás tranquilo y despejado en tu corazón, te sentirás muy conmovidos, sentirás que Dios es adorable y que el precio que has pagado merece mucho la pena. Habiendo pagado un alto precio en tus esfuerzos, estarás especialmente radiante en tu interior: sentirás que estás disfrutando realmente el amor de Dios y entenderás que Él ha hecho la obra de salvación en las personas, que Su refinamiento de las personas tiene el fin de purificarlas y que Él pone a prueba a las personas para comprobar si le aman con sinceridad. Si siempre pones en práctica la verdad de esta forma, desarrollarás gradualmente un conocimiento claro de gran parte de la obra de Dios, y en ese momento sentirás siempre que Sus palabras delante de ti son transparentes como el cristal. Si puedes entender con claridad muchas verdades, sentirás que todos los temas son fáciles de poner en práctica, que puedes superar este asunto y esa tentación, y verás que nada es un problema para ti; esto te hará libre y te liberará. En ese momento estarás disfrutando del amor de Dios y Su verdadero amor habrá venido sobre ti. Dios bendice a aquellos que tienen visiones, la verdad, el conocimiento, y que lo aman sinceramente. Si las personas desean ver el amor de Dios, deben poner en práctica la verdad en la vida real, deben estar dispuestas a soportar el dolor y dejar lo que aman para satisfacer a Dios; y a pesar de las lágrimas en sus ojos, deben seguir siendo capaces de satisfacer el corazón de Dios. De esta forma, Él te bendecirá sin duda, y si soportas una dificultad así, vendrá seguida por la obra del Espíritu Santo. A través de la vida real y de la experiencia de las palabras de Dios, las personas son capaces de ver la hermosura de Dios, y sólo si han probado Su amor pueden amarlo sinceramente.
Mientras más pongas en práctica la verdad, más la poseerás, más tendrás el amor de Dios y más te bendecirá Él. Si siempre practicas de esta forma, verás gradualmente el amor de Dios en ti y lo conocerás como lo hizo Pedro: Pedro dijo que Dios no sólo tiene la sabiduría para crear los cielos, la tierra y todas las cosas, sino que, además, también para hacer una obra real en las personas. Pedro dijo que Él no sólo es digno del amor de las personas por Su creación de los cielos, la tierra y todas las cosas, sino, además, por Su capacidad de crear, salvar, perfeccionar al hombre y transmitirle Su amor. Así, Pedro también dijo que hay mucho en Él digno del amor del hombre. Pedro dijo a Jesús: “¿Acaso no eres Tú merecedor del amor de las personas por mucho más que crear los cielos, la tierra y todas las cosas? Hay más cosas adorables en ti, actúas y te mueves en la vida real, Tu Espíritu me toca en mi interior, me disciplinas, me reprendes, estas cosas son más dignas del amor de las personas”. Si deseas ver y experimentar el amor de Dios, debes explorar y buscar en la vida real, y debes estar dispuesto a dejar de lado tu carne. Debes tomar esta determinación: tú debes ser alguien resuelto, capaz de satisfacer a Dios en todas las cosas, sin ser perezoso, ni codiciar los disfrutes de la carne, ni vivir para esta sino para Dios. Puede haber momentos en los que no satisfagas a Dios. Eso se debe a que no entiendes Su voluntad; la próxima vez, aunque requerirá más esfuerzo, debes satisfacerlo a Él y no a la carne. Cuando experimentes de esta forma, habrás llegado a conocer a Dios. Verás que Él creó los cielos, la tierra y todas las cosas en ellos, que Él se ha hecho carne para que las personas puedan verlo de forma práctica, y se pongan en contacto con Él de forma práctica, que Él es capaz de caminar en medio del hombre, que Su Espíritu puede perfeccionar a las personas en la vida real, permitiéndoles ver Su hermosura y experimentar Su disciplina, Su castigo y Sus bendiciones. Si siempre experimentas de esta forma, en la vida real serás inseparable de Dios, y si un día tu relación con Él deja de ser normal, podrás sufrir reproches y sentir remordimientos. Cuando tienes una relación normal con Dios, nunca deseas dejarlo y, si un día Él dice que te dejará, tendrás miedo y dirás que preferirías morir antes que ser abandonado por Él. Tan pronto como tengas estas emociones, sentirás que eres incapaz de abandonar a Dios, y de esta forma tendrás un fundamento y disfrutarás realmente de Su amor.
Las personas a menudo hablan de permitir que Dios sea su vida, pero aún tienen que experimentar hasta ese punto. Estás simplemente diciendo que Dios es tu vida, que Él te guía cada día, que comes y bebes Sus palabras cada día, y que oras a Él cada día, y por tanto Él ha pasado a ser tu vida. El conocimiento de los que dicen esto es muy superficial. En muchas personas no hay fundamento; las palabras de Dios se han plantado en ellos, pero aún tienen que germinar, ni siquiera han dado fruto. Hoy, ¿hasta qué punto has experimentado? Sólo ahora, después de que Dios te haya obligado a ir tan lejos, sientes que no puedes abandonarlo. Un día, cuando hayas experimentado hasta cierto punto, si Dios tuviera que hacerte abandonar, no serías capaz de hacerlo. Siempre sientes que no puedes estar sin Dios en tu interior; puedes estar sin marido, esposa o hijos, sin familia, madre o padre, sin los disfrutes de la carne, pero no puedes estar sin Dios. Estar sin Él será como perder tu vida, no serías capaz de vivir sin Él. Cuando has experimentado hasta este punto, habrás alcanzado el objetivo en tu fe en Dios y, de esta forma, Él se habrá convertido en tu vida, en el fundamento de tu existencia, y nunca más podrás abandonarlo. Cuando hayas experimentado hasta este punto, habrás disfrutado realmente del amor de Dios, tu relación con Él será muy estrecha, Él será tu vida, tu amor, y en ese momento orarás a Él y dirás: ¡Oh Dios! No puedo dejarte, eres mi vida, puedo seguir adelante sin cualquier otra cosa, pero sin Ti no puedo seguir viviendo. Esta es la verdadera estatura de las personas; es la vida real. Algunas personas se han visto obligadas a llegar tan lejos como lo han hecho: tienen que seguir adelante lo quieran o no, y siempre sienten como si estuvieran entre la espada y la pared. Debes experimentar de forma que Dios sea tu vida, que si te lo quitan sea como perder tu vida; Él debe ser tu vida y tienes que ser incapaz de abandonarlo. De esta forma, lo habrás experimentado realmente; en este momento, cuando lo ames de nuevo, lo harás sinceramente y será un amor puro, singular. Un día, cuando tus experiencias sean tales que tu vida haya alcanzado un determinado punto, orarás a Dios, comerás y beberás Sus palabras, y serás incapaz en tu interior de dejarlo; aunque quisieras, no podrías olvidarlo. Él se habrá convertido en tu vida; puedes olvidar al mundo, a tu esposa y a tus hijos, pero tendrás problemas para olvidar a Dios. Es imposible, esta es tu vida real y tu amor sincero por Dios. Cuando el amor de las personas hacia Él ha alcanzado cierto punto, nada de lo que aman es igual a su amor a Dios, Él es su amor número uno, y así son capaces de entregar todo lo demás. Están dispuestos a aceptar todo tratamiento y poda por parte de Él. Cuando hayas conseguido un amor a Dios que sobrepase a todo lo demás, vivirás en la realidad y en el amor de Dios.
Tan pronto como Dios pasa a ser la vida en las personas, estas se vuelven incapaces de dejarlo. ¿No es esto un hecho de Dios? ¡No hay un testimonio mayor! Dios ha obrado hasta un cierto punto; ha dicho que las personas hagan servicios, que sean castigadas o que mueran, y ellas no se han retirado, lo que muestra que ellas han sido conquistadas por Dios. Las personas que tienen la verdad son aquellas que, en sus experiencias reales, pueden mantenerse firmes en su testimonio, en su posición, permanecer en el lado de Dios, sin retirarse nunca, y pueden tener una relación normal con las personas que aman a Dios, que, cuando les acontecen cosas, son capaces de obedecer totalmente a Dios y pueden hacerlo hasta la muerte. Tu práctica y tus revelaciones en la vida real son el testimonio de Dios, forman parte del vivir del hombre y del testimonio de Dios, y esto es disfrutar verdaderamente de Su amor; cuando hayas experimentado hasta este punto, el efecto esperado sería alcanzado. Estarás poseido de vivir realmente y cada una de tus acciones será vista por otros con admiración. Tu apariencia es ordinaria, pero vives una vida de piedad total, y cuando comunicas las palabras de Dios, eres guiado y esclarecido por Él. Eres capaz de transmitir la voluntad de Dios a través de tus palabras, de comunicar la realidad, y entiendes mucho sobre servir en espíritu. Hablas con sinceridad, eres decente y recto; no buscas confrontaciones y eres decoroso; eres capaz de obedecer los arreglos de Dios y de mantenerte firme en tu testimonio cuando te ocurren cosas, y te sientes tranquilo y sereno, independientemente de aquello con lo que estés lidiando. Este tipo de persona en verdad ha visto el amor de Dios. Algunas personas aún son jóvenes, pero actúan como si fueran de mediana edad; son maduras, poseen la verdad y otros las admiran. Estas son las personas que tienen testimonio, y que son la manifestación de Dios. Es decir, cuando hayan experimentado hasta cierto punto, tendrán en su interior una percepción de Él y, por tanto, su carácter externo también se estabilizará. Muchas personas no ponen en práctica la verdad ni se mantienen firmes en su testimonio. En tales personas no hay amor de Dios ni testimonio de Dios y son las que Dios aborrece más. Comen y beben Sus palabras, pero lo que expresan es a Satanás, y permiten que este envilezca las palabras de Dios. En personas como estas no hay señal del amor de Dios; todo lo que expresan es de Satanás. Si tu corazón está siempre en paz delante de Dios; si siempre prestas atención a las personas y a las cosas que te rodean, así como a lo que está aconteciendo a tu alrededor; si eres consciente de la carga de Dios y siempre tienes un corazón que lo venere, entonces Él te esclarecerá a menudo en tu interior. En la iglesia hay personas que son “supervisores”, miran específicamente los errores de los demás y después los copian e imitan. Son incapaces de diferenciar, no odian el pecado, no aborrecen las cosas de Satanás ni estas les repugnan. Estas personas están llenas de las cosas de Satanás y Dios las abandonará por completo al final. Tu corazón siempre debe ser reverente delante de Dios, debes ser moderado en tus palabras y acciones y nunca desear oponerte o molestar a Dios. Nunca debes estar dispuesto a que la obra de Dios en ti no haya servido de nada ni permitir que todas las dificultades que has sufrido y todo lo que has puesto en práctica sean en vano. Debes estar dispuesto a trabajar con mayor esfuerzo y a amar más a Dios en el camino que tienes por delante. Estas son las personas que tienen una visión como su fundamento. Estas son las personas que buscan progresar.
Si las personas creen en Dios y experimentan Sus palabras con un corazón que le teme, puede verse en ellas la salvación de Dios y Su amor. Estas personas pueden testificar de Dios, vivir la verdad y lo que testifican es también la verdad, lo que Dios es, Su carácter, y viven en medio del amor de Dios y han visto Su amor. Si las personas desean amar a Dios, deben probar Su encanto y verlo; sólo entonces puede despertarse en ellas un corazón que ame a Dios y que esté dispuesto a gastarse fielmente para Él. Dios no hace que las personas lo amen por medio de palabras y expresiones, o de su imaginación, y no obliga a las personas a amarlo. En su lugar, hace que lo amen por su propia voluntad, y que vean Su encanto en Su obra y declaraciones, tras lo cual nace en ellos el amor de Dios. Sólo de esta forma pueden las personas dar verdaderamente testimonio de Dios. Las personas no aman a Dios porque otros las hayan instado a ello ni por un impulso emocional momentáneo. Aman a Dios porque han visto Su encanto, han visto que hay mucho de Él digno del amor de las personas, porque han visto la salvación, la sabiduría y los maravillosos hechos de Dios; en consecuencia, lo alaban con sinceridad, lo anhelan de verdad y se despierta en ellas tal pasión que no podrían sobrevivir sin ganar a Dios. La razón por la que quienes testifican realmente de Dios son capaces de dar un testimonio rotundo de Él es que su testimonio se basa en el fundamento del verdadero conocimiento y anhelo de Dios. Este no es acorde a un impulso emocional, sino al conocimiento de Dios y Su carácter. Como han llegado a conocer a Dios, sienten que deben testificar sin duda de Él; hacen que todos lo que lo anhelan lo conozcan y sean conscientes de Su encanto y de Su realidad. Como el amor de las personas por Dios, su testimonio es espontáneo, real, y tiene un sentido y una valía reales. No es pasivo, vacío o sin sentido. La razón por la que sólo aquellos que aman sinceramente a Dios tienen el mayor valor y sentido en sus vidas, y por la que sólo ellos creen realmente en Él, es que estas personas viven en Su luz, son capaces de vivir para Su obra y gestión. No viven en las tinieblas, sino en la luz; no viven vidas sin sentido, sino bendecidas por Dios. Sólo aquellos que aman a Dios pueden testificar de Él, sólo ellos son Sus testigos, Dios sólo los bendice a ellos y sólo ellos pueden recibir Sus promesas. Los que aman a Dios son Sus íntimos, son aquellos a quienes Dios ama, y pueden disfrutar de las bendiciones junto con Él. Sólo personas así vivirán eternamente, y sólo ellas vivirán para siempre bajo el cuidado y la protección de Dios. Dios está para que las personas lo amen y Él es digno del amor de todas las personas, sin embargo, no todas son capaces de amar a Dios ni todas pueden testificar ni tener el poder con Él. Como son capaces de testificar de Dios y de dedicar todos sus esfuerzos a Su obra, las que lo aman sinceramente pueden caminar por cualquier lugar bajo los cielos sin que nadie se atreva a oponerse a ellas, y pueden blandir el poder en la tierra y gobernar a todo el pueblo de Dios. Estas personas se han juntado desde todo el mundo, hablan idiomas diferentes y tienen un color de piel diferente, pero su existencia tiene el mismo sentido, todas tienen un corazón que ama a Dios, todas llevan el mismo testimonio, y tienen la misma determinación y el mismo deseo. Las que aman a Dios pueden caminar libremente por todo el mundo, las que testifican de Él pueden viajar por todo el universo. Dios ama a estas personas, las bendice y ellas siempre vivirán en Su luz.
De "La Palabra manifestada en carne"