La respuesta de la palabra de Dios:
Cuántas criaturas existen viviendo y reproduciéndose en la vasta expansión del universo, siguiendo la ley de la vida una y otra vez, ciñéndose a una norma continua. Los que mueren se llevan con ellos las historias de los vivos, y estos repiten la misma trágica historia de los que han muerto.
Y así, la humanidad no puede evitar preguntarse: ¿por qué vivimos? ¿Y por qué tenemos que morir? ¿Quién domina este mundo? ¿Y quién creó a esta humanidad? ¿Fue la humanidad realmente creada por la Madre Naturaleza? ¿Controla realmente la humanidad su propio destino?… Durante miles de años, la humanidad ha hecho estas preguntas, una y otra vez. Desgraciadamente, cuanto más se ha obsesionado con ellas, más se ha desarrollado una sed por la ciencia. Esta ofrece una breve gratificación y un disfrute temporal de la carne, pero está lejos de ser suficiente para liberar a la humanidad de la soledad, el aislamiento, el terror y el desamparo apenas encubiertos en lo profundo de su alma. La humanidad usa simplemente el conocimiento científico que el ojo humano puede ver y el cerebro comprender para anestesiar su corazón. No obstante, ese conocimiento científico no puede hacer que la humanidad deje de explorar misterios. La humanidad no sabe quién es el Soberano de todas las cosas en el universo, y mucho menos el principio y el futuro de sí misma. Simplemente vive, forzosamente, en medio de esta ley. Nadie puede escapar de ello y nadie puede cambiarlo, porque entre todas las cosas y en los cielos sólo hay uno desde la eternidad hasta la eternidad que tiene la soberanía sobre todas las cosas. Él es aquel que el hombre nunca ha visto, que la humanidad nunca ha conocido, en cuya existencia nunca ha creído, pero que sopló aliento en sus ancestros y dio vida a la humanidad. Él es aquel que provee y alimenta a la humanidad para su existencia, y la guía hasta el día presente. Además, Él y sólo Él es de quien depende la humanidad para su supervivencia. Tiene la soberanía sobre todas las cosas y domina a todos los seres vivos debajo del universo. Domina las cuatro estaciones, y es quien convoca al viento, la escarcha, la nieve y la lluvia. Él da el sol a la humanidad y trae la venida de la noche. Él fue quien estableció los cielos y la tierra, proveyendo al hombre montañas, lagos y ríos, así como todas las cosas vivientes en ellos. Sus hechos están en todas partes, Su poder está en todas partes, Su sabiduría está en todas partes y Su autoridad está en todas partes. Cada una de estas leyes y normas es la representación de Sus hechos, y cada una de ellas revela Su sabiduría y autoridad. ¿Quién puede eximirse de Su soberanía? ¿Y quién puede liberarse de Sus designios? Todas las cosas existen bajo Su mirada, y además todas viven bajo Su soberanía. Sus hechos y Su poder dejan a la humanidad con la única elección de reconocer el hecho de que Él existe realmente y tiene soberanía sobre todas las cosas. Ninguna otra cosa aparte de Él puede dominar el universo, y menos aún proveer incesantemente para esta humanidad. Al margen de que seas capaz de reconocer los hechos de Dios, y creer en Su existencia, no hay duda de que tu destino se encuentra en la ordenación de Dios, y de que Él siempre tendrá soberanía sobre todas las cosas. Su existencia y autoridad no se predican en función de que el hombre pueda o no reconocerlas y comprenderlas. Sólo Él conoce el pasado, el presente y el futuro del hombre, y sólo Él puede determinar el destino de la humanidad. Independientemente de que seas capaz de aceptar este hecho, no pasará mucho tiempo antes de que esta presencie todo esto con sus propios ojos, y esta es la realidad que Dios pronto sacará a la luz. La humanidad vive y muere bajo los ojos de Dios. Vive para la gestión de Dios, y cuando sus ojos se cierran para el tiempo final, también es por esa misma gestión. Una y otra vez, el hombre va hacia atrás y hacia adelante. Sin excepción, todo forma parte de la soberanía y de los designios de Dios. Su gestión siempre está avanzando y nunca ha cesado. Él hará a la humanidad consciente de Su existencia, que confíe en Su soberanía, vea Sus hechos, y vuelva a Su reino. Este es Su plan, y la obra que Él ha estado llevando a cabo durante miles de años.
La obra de la gestión de Dios comenzó en la creación del mundo, y el hombre se encuentra en el núcleo de la misma. Puede decirse que la creación de todas las cosas por parte de Dios es por causa del hombre. Como la obra de Su gestión se extiende a lo largo de miles de años, y no se lleva a cabo en el espacio de simples minutos o segundos, o de un pestañeo, o a lo largo de un año o dos, Él tuvo que crear más cosas necesarias para la supervivencia del hombre, como el sol, la luna, todo tipo de criaturas vivientes, y alimentos y un entorno vivo para la humanidad. Este fue el comienzo del plan de gestión de Dios.
Después de eso, Dios entregó la humanidad a Satanás, el hombre vivió bajo su dominio, y esto llevó gradualmente a la obra de Dios de la primera etapa: la historia de la Era de la Ley… Durante varios miles de años de la Era de la Ley, la humanidad se acostumbró a la dirección de esta, empezó a tomársela a la ligera, y gradualmente dejó el cuidado de Dios. Así, al mismo tiempo que se adhirieron a la ley, también adoraron a ídolos y cometieron actos malvados. Quedaron sin la protección de Jehová, y se limitaron a vivir su vida delante del altar en el templo. En realidad, la obra de Dios los había abandonado hacía mucho, y aunque los israelitas seguían adheridos a la ley, pronunciaban el nombre de Jehová, y hasta creían con orgullo que sólo ellos eran el pueblo de Jehová y Sus escogidos, la gloria de Dios los abandonó silenciosamente…
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[…] después de la obra de Jehová en la Era de la Ley, Dios empezó Su nueva obra en la segunda etapa: asumiendo la carne, encarnándose como hombre durante diez, veinte años, y hablando y haciendo Su obra entre los creyentes. Pero sin excepción, nadie sabía, y sólo un pequeño número de personas reconocía que Él era Dios hecho carne después de que el Señor Jesús fuera clavado en la cruz y resucitara. De forma problemática, apareció uno llamado Pablo, que se puso en enemistad mortal con Dios. Incluso después de ser derribado y de convertirse en apóstol, su vieja naturaleza no cambió, y escribió muchas epístolas. Tristemente, generaciones posteriores tomaron sus epístolas como palabras de Dios para ser disfrutadas, hasta el punto de que fueron incluidas en el Nuevo Testamento y confundidas con las palabras habladas por Dios. Esta es verdaderamente una gran desgracia desde la llegada de la Escritura. ¿Y no se cometió este error por la insensatez del hombre? Poco sabían que, en los relatos de la obra de Dios en la Era de la Gracia, las epístolas o escritos espirituales del hombre simplemente no deberían estar ahí para sustituir a la obra y las palabras de Dios. Pero esto es irrelevante, así que volvamos a nuestro tema original. Tan pronto como la segunda etapa de la obra de Dios se completó —después de la crucifixión—, Su obra de recuperar al hombre del pecado (es decir, de las manos de Satanás) se cumplió. Y así, desde ese momento en adelante, la humanidad sólo tuvo que aceptar al Señor Jesús como el Salvador para que sus pecados fueran perdonados. Nominalmente hablando, los pecados del hombre ya no eran más una barrera para la consecución de su salvación y para presentarse delante de Dios, ni eran ya más la influencia por la que Satanás acusaba al hombre. Esto se debe a que Dios mismo había hecho una obra real, se había convertido en la semejanza y la muestra de la carne pecaminosa, y Él mismo era la ofrenda por el pecado. De esta forma, el hombre descendió de la cruz, siendo redimido y salvado gracias a la carne de Dios, la semejanza de esta carne pecaminosa. Y así, después de haber sido hecho cautivo por Satanás, el hombre se acercó un paso más hacia la aceptación de la salvación delante de Dios. Por supuesto, esta etapa de la obra fue la gestión de Dios que iba un paso por delante de la Era de la Ley, y cuyo nivel era más profundo que esta.
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Y después vino la Era del Reino, que es una etapa más actual de la obra y sigue siendo la más dura de aceptar para el hombre. Esto es así porque, cuanto más se acerca el hombre a Dios, más se acerca a él Su vara, y Su rostro aparece con mayor claridad delante de él. Después de la redención de la humanidad, el hombre regresa oficialmente a la familia de Dios. Él pensaba que ahora era el momento de disfrutar, pero está sujeto a un asalto frontal total por parte de Dios como nadie ha previsto nunca. Al final, es un bautismo que el pueblo de Dios tiene que “disfrutar”. Bajo ese tratamiento, las personas no tienen más elección que pensar para sí: yo soy el cordero perdido durante muchos años, por el cual Dios gastó tanto para comprarlo de vuelta; entonces, ¿por qué me trata Él así? ¿Es esta la forma en que Dios se ríe de mí, y me revela?… En el transcurso de los años, el hombre se ha curtido, ha experimentado la dificultad del refinamiento y el castigo. Aunque el hombre ha perdido la “gloria” y el “romance” de tiempos pasados, ha llegado a entender inconscientemente la verdad de ser un hombre, y a apreciar los años de devoción de Dios para salvar a la humanidad. El hombre comienza a aborrecer lentamente su propia barbarie. Empieza a odiar lo salvaje que es, y todas las malinterpretaciones sobre Dios, y las exigencias irracionales que él le ha puesto. El tiempo no puede revertirse; los acontecimientos pasados se convierten en pesarosos recuerdos del hombre, y las palabras y el amor de Dios pasan a ser la fuerza impulsora de la nueva vida del hombre. Las heridas de este se curan día tras día, su fortaleza vuelve y él se pone en pie y mira el rostro del Todopoderoso… sólo para descubrir que Él siempre ha estado a mi lado, y que Su sonrisa y Su hermoso rostro siguen siendo tan conmovedores. Su corazón se sigue preocupando por la humanidad que Él creó, y Sus manos siguen siendo tan cálidas y poderosas como lo eran al principio. Es como si el hombre regresara al jardín del Edén, pero esta vez ya no escucha las seducciones de la serpiente, ya no se aleja del rostro de Jehová. El hombre se arrodilla delante de Dios, mira Su rostro sonriente, y ofrece su sacrificio más valioso; ¡Oh mi Señor, mi Dios!
de ‘El hombre sólo puede salvarse en medio de la gestión de Dios ’ en “La Palabra manifestada en carne”
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El amor y la compasión de Dios impregnan cada detalle de Su obra de gestión, e independientemente de si las personas son o no capaces de entender las buenas intenciones de Dios, Él sigue haciendo sin descanso la obra que pretende cumplir. Sin importar cuánto entienden las personas de la gestión de Dios, todos pueden apreciar los beneficios y la ayuda de la obra realizada por Él. Hoy, quizás no hayas sentido nada del amor o la vida provistos por Dios, pero mientras no lo abandones ni renuncies a tu determinación de buscar la verdad, siempre habrá un día en el que la sonrisa de Dios se te revelará. Porque la meta de la obra de Dios consiste en recuperar a la humanidad que se encuentra bajo el dominio de Satanás, no abandonar a la humanidad corrompida por este y que se opone a Él.
de ‘El hombre sólo puede salvarse en medio de la gestión de Dios ’ en “La Palabra manifestada en carne”
De “Cien preguntas y respuestas sobre la investigación del camino verdadero”