A partir del sufrimiento se emite la fragancia del amor

cristiana

Xiaokai, provincia de Jiangxi
Soy una campesina corriente y, debido al concepto feudal de valorar únicamente a los hijos varones, era incapaz de levantar la cabeza ante los demás por la vergüenza de no haber tenido un hijo. El Señor Jesús me eligió justo cuando más estaba sufriendo y dos años más tarde acepté la salvación de Dios Todopoderoso.

Además, entendí mucha verdad de las palabras de Dios Todopoderoso y mi corazón obtuvo una liberación real. Sin embargo, mientras estaba llevando a cabo mi obligación para devolver el amor de Dios, el gobierno del PCCh me arrestó en dos ocasiones y sufrí torturas y tormentos brutales a manos de las marionetas del PCCh. Justo cuando me encontraba al borde de la muerte, las palabras de Dios Todopoderoso me guiaron e inspiraron, provocaron que diera testimonio en medio del cruel mal de Satanás y fortalecieron de este modo mi determinación de seguir a Dios y amarlo durante toda mi vida.
Nací en la campiña y después de casarme di a luz tres hijas, una detrás de otra. Como el concepto feudal de valorar únicamente a los hijos varones está muy arraigada en las áreas rurales, mi familia y todas las personas del pueblo me miraban con desprecio y además mis cuñadas me acosaban y ridiculizaban. Me sentía muy apenada y oprimida por dentro, deprimida todo el día. En 1998, empecé a creer en Jesús y aunque mi angustiada mente se volvió más optimista en el amor del Señor Jesús, los nudos de mi corazón seguían sin poder soltarse. Dos años después, acepté la salvación de Dios Todopoderoso de los últimos días y cuando leí estas palabras de Dios fueron como una medicina que curaba una enfermedad crónica: “Desde la creación del mundo he empezado a predestinar y seleccionar a este grupo de personas, concretamente, vosotros hoy. Tu carácter, calibre, aspecto, estatura, la familia en la que naciste, tu trabajo y tu matrimonio, la totalidad de ti, incluso el color de tu pelo y tu piel, y el momento de tu nacimiento fueron todos dispuestos por Mis manos” (‘La septuagésima cuarta declaración’ en “La Palabra manifestada en carne”). Estas palabras de Dios me hicieron entender que todas las cosas y acontecimientos están en las manos de Dios, que Él dispuso mi destino hace mucho y que el hecho de que yo tuviera tres hijas también lo predestinó Él y para Él era lo mejor. Por tanto, yo ya no me encontraba bajo los lazos y las ataduras de las ideas feudales y mi corazón obtuvo la mayor de las liberaciones. Desde ese día en adelante viví de forma activa la vida de la iglesia, tuve hambre de leer las palabras de Dios, disfruté de la vida provista por las palabras de Dios Todopoderoso y llegué a entender gradualmente mucha verdad, cómo corrompe Satanás al hombre, cómo salva Dios al hombre y cuáles son el valor y el significado de la vida del hombre. Una vez entendidas estas cosas mi corazón se sintió en paz y lleno de luz, siempre con un gozo que no podía expresar con palabras; llegué a creer cada vez con más firmeza que Dios Todopoderoso es el único Dios verdadero que me salvó del mar del sufrimiento y me decidí a seguirlo y vivir una vida real. Tras un corto período de tiempo, Dios me levantó para ser una líder en la iglesia. Sin embargo, mientras llevaba a cabo mi obligación el gobierno del PCCh me arrestó en dos ocasiones y me sometió a una persecución despiadada…
Alrededor de las 5 de la tarde de un día de mayo de 2003 iba de camino a llevar a cabo mi obligación cuando de repente el secretario del comité del pueblo me bloqueó el paso con su motocicleta. Me gritó dando órdenes: “¡Detente! ¿Qué estás haciendo? ¡Ven conmigo!”. Me pilló por sorpresa y me di cuenta de que me había seguido. Inmediatamente pensé en el buscapersonas, los ingresos de la iglesia y otras cosas que tenía en mi bolso y que caídas en sus manos provocarían una gran pérdida para la obra de la iglesia. Así que corrí tan rápido como pude con la esperanza de encontrar una oportunidad para tirar las cosas de mi bolso, pero no llegué muy lejos antes de que me alcanzara. No mucho después llegó un coche negro y de él surgieron cinco o seis policías de aspecto feroz que me rodearon de inmediato. Se rieron con malicia y dijeron: “Esta vez te tenemos de verdad, líder de la secta. ¿Sigues pensando que puedes huir? ¡Sigue soñando!”. Entonces me ataron las manos con fuerza por detrás de la espalda, me metieron en el coche de policía y me llevaron a la comisaría local.
Cuando llegué a la comisaría los malvados policías me empujaron a una habitación pequeña, oscura, apestosa, y empezaron a gritarme con furia: “¡Di la verdad! ¿Cómo te llamas? ¿De dónde eres? ¿Qué estás haciendo aquí? ¡Habla!”. Se me encogió el corazón al ver sus formas amenazantes y temí que las cosas que había en mi bolso cayeran en sus manos y también que me torturaran con crueldad. Mientras todo esto estaba pasando le clamé desesperadamente a Dios: “Oh, Dios Todopoderoso, hoy he caído en manos de diablos y esto ha ocurrido con Tu permiso. Me hagan lo que me hagan, sólo deseo estar a Tu lado. Oro por la sabiduría y la fe para dar testimonio”. Justo en ese momento las palabras de Dios resonaron en mis oídos: “No deberías tener miedo de esto y aquello. Por muchas dificultades y peligro que te encuentres, te mantendrás firme ante Mí. […] No temas; con Mi apoyo, ¿quién podría bloquear el camino?” (‘La décima declaración’ en “La Palabra manifestada en carne”). Sí, Dios es único. Él administra todas las cosas y lo domina todo, ¿no son por tanto estos pocos policías malvados más parte incluso de las disposiciones de Dios? Con Él apoyándome y estando conmigo, ¿qué otra cosa había que temer? Sus palabras provocaron que tuviera fe y todo mi cuerpo se llenara de fuerza para no temer nunca más a Satanás. Pero en aquel momento seguía preocupada por las cosas de mi bolso y mi corazón clamaba continuamente por la protección de Dios. Le di gracias por oír mi oración y aquella banda de malvados policías simplemente me interrogaron y no buscaron en mi bolso. Cuando llegó el momento del cambio de turno se marcharon todos de la habitación y entonces saqué los recibos contables y los materiales de la fe que estaban en mi bolso y los tiré por la ventana, rompí el buscapersonas contra el suelo y lo tiré a la papelera y sólo entonces pudo mi corazón suspirar aliviada. Justo al terminar de hacer esto entró en la habitación el nuevo turno de policías malvados. Me miraron con rabia y examinaron rápidamente mi bolso, pero no encontraron nada. Vi con mis propios ojos la omnipotencia y soberanía de Dios y mi fe aumentó en gran manera. Como acabaron con las manos vacías, los malvados policías me interrogaron ferozmente, me preguntaron con quién tenía contacto exactamente, quiénes eran los líderes de los niveles más altos, etc. Tenía miedo de que se me escapara algo y cayera en su trampa, así que no dije nada en absoluto. Ante eso, cinco o seis policías vinieron a la vez hacia mí para golpearme y patearme, y me maldecían mientras lo hacían, diciendo: “¡Si no nos lo dices, te golpearemos hasta la muerte!”. Me pegaban tan fuerte que me enrosqué como una bola y rodé por el suelo de un lado a otro. Un malvado policía me tiró del pelo con violencia y me amenazó furioso: “Sigues siendo realmente tozuda. ¿No hablarás? ¡Tenemos nuestras maneras, así que ya verás cómo nos las apañamos contigo esta noche!”. Yo sabía que Dios estaba conmigo y por tanto afronté la inminente tortura con el corazón tranquilo.
Esa noche, después de las 8, dos malvados policías me esposaron y escoltaron hasta la Oficina de Seguridad Pública Municipal. Al entrar en la sala de interrogatorios un malvado policía de unos cuarenta años de edad empezó a actuar como poli bueno y trató de seducirme y persuadirme: “Eres joven y guapa. ¿Qué es todo eso de creer en Dios? Coopera con nuestro trabajo. En cuanto nos digas quiénes son los líderes del nivel superior haré que alguien te lleve directamente a casa. Puedo ayudarte en cualquier dificultad que puedas tener. ¿Por qué sufrir aquí?”. Gracias a la protección de Dios sabía que aquello era una estratagema astuta de Satanás y no le presté atención dijera lo que dijera. El malvado policía vio que su estratagema no había funcionado, así que mostró inmediatamente sus verdaderas intenciones. Me agarró por el pelo y me presionó contra el suelo, mientras me pateaba la cabeza cruelmente hasta que me mareé y sentí que todo daba vueltas. Entonces me pisó la cabeza y dijo con mucha agresividad: “¿No hablas? Hoy voy a emplear todos los medios para torturarte y desearás no haber nacido. ¿Nos dirás lo que queremos saber?”. Al ver que seguía sin decir nada llamó a varios policías malvados más que me arrastraron por los pies y empezaron a abofetearme la cara una y otra vez, hasta que me dolió tanto que sentí que ardía. Pero independientemente de cómo me golpearan, yo oraba a Dios continuamente en silencio, apretaba los dientes y no decía una palabra. Al ver que seguía sin rendirme, me arrastraron a otra habitación, balbuceando con ira. Un policía malvado tomó una porra eléctrica, me miró riéndose con malicia y dijo: “No importa que estés siendo tozuda. ¡Tenemos nuestros métodos! Veamos quién aguanta más tiempo, ¡tú o la porra eléctrica!”. Entonces me golpeó despiadadamente con ella. En un instante, todo mi cuerpo fue perforado por una enorme corriente eléctrica y me convulsionaba involuntariamente. Era como si innumerables insectos estuvieran picándome en el cuerpo, no podía evitar emitir gritos estridentes y espasmódicos. Sin esperar a que recobrara el aliento, otro policía malvado tomó una pila de revistas gruesas y empezó a golpearme con ellas en la cabeza con todas sus fuerzas y después me agarró del pelo y me estrelló cruelmente la cabeza contra la pared. Todo se puso negro y caí al suelo. El policía malvado me gritó: “¡Finges estar muerta!”. Después me levantaron de un tirón y me ordenaron arrodillarme, pero estaba tan débil que sólo podía mantenerme un momento antes de caer de nuevo al suelo. En ese punto realmente sentí que no podría resistir más, no podía evitar sentirme débil, y pensé: “Estos diablos son realmente brutales y sin duda hoy moriré a sus manos…”. Con dolor e impotencia, oré a Dios con sinceridad absoluta y le pedí que me guiara y me diera la fuerza para derrotar a Satanás. Justo entonces, las palabras de Dios brillaron en mi mente: “Dios Todopoderoso, la Cabeza de todas las cosas, ejerce Su poder regio desde Su trono. Él gobierna el universo y todas las cosas y nos está guiando sobre toda la tierra. Estaremos cerca de Él a menudo. […] Si sólo te queda un poco de aliento, Dios no te dejará morir” (‘La sexta declaración’ en “La Palabra manifestada en carne”). Las palabras de Dios me hicieron entender que Sus manos sostenían mi vida y que como Él no había dado Su permiso estos diablos no se atreverían a quitármela. Pensé en cómo había seguido a Dios hasta ese momento, cómo Él me había protegido todo el tiempo, cómo había disfrutado tanto de Su amor y de forma tan maravillosa y pensé en cómo este entorno que se estaba produciendo ahora era el momento en que Dios ponía a prueba mi lealtad y mi amor y que también era mi ocasión de devolver el amor de Dios. Los diablos me estaban torturando de esa manera con el objetivo despreciable de que traicionara a Dios; pero yo sería alguien que no cedería, alguien con determinación, y aunque me torturaran hasta la muerte seguiría sin rendirme a Satanás. No había manera de que me fuera a comportar como Judas simplemente para prolongar una existencia innoble, ¡no permitiría que la conspiración de Satanás tuviera éxito, me mantendría sin dudarlo como testigo de Dios y permitiría que Su corazón fuera consolado! Las palabras de Dios me dieron una fuerza inagotable, olvidé el dolor que azotaba todo mi cuerpo y tuve fe y valentía para seguir luchando contra esos diablos.
Seguidamente, para sacarme una confesión, los malvados policías comenzaron a realizar turnos para vigilarme y evitar que me durmiera mientras me presionaban con preguntas una y otra vez: “¿Quiénes son los líderes del nivel superior en vuestra iglesia? ¿Dónde viven? ¿Quién más es miembro?”. Al ver que guardaba silencio, de vez en cuando me agarraban del pelo y me pateaban. Bastaba con que cerrara los ojos para que me golpearan y patearan y usaran las punteras de sus zapatos de cuero para pisotear y machacarme los nudillos con todas sus fuerzas. El punzante dolor me provocaba un sufrimiento indecible y no paraba de gritar. Me pateaban como si fuera un balón de fútbol… Cuando se acercaba el amanecer ya me habían torturado tanto que mi cuerpo estaba cubierto de innumerables hematomas y el dolor era insoportable. Al pensar en que nunca antes había sufrido tales dificultades y en el daño y tormento que estaba sufriendo ahora a manos de la malvada policía del PCCh a causa de mi creencia en Dios, mi corazón no podía hacer otra cosa que sentir aflicción y debilidad. En aquel punto, todo estaba en tinieblas dentro de mí y mi temor crecía y crecía al no saber qué clase de torturas tenían preparadas para mí después. Tumbada y dolorida, oraba a Dios en silencio: “Oh, Dios Todopoderoso, te pido que me esclarezcas y me lleves a entender Tu voluntad en mi difícil situación, de forma que no pueda perder mi testimonio”. Mientras oraba, pensé en un himno de las palabras de Dios: “Debes sufrir dificultad por la verdad, debes darte a la verdad, debes resistir la humillación por la verdad, y para obtener más de la verdad debes experimentar más sufrimiento. Esto es lo que deberías hacer. […] Deberías buscar todo lo que es hermoso y bueno, y deberías buscar una senda en la vida que tenga más sentido. […] Deberías abandonar todos los disfrutes de la carne por causa de una verdad, y no deberías deshacerte de todas las verdades por causa de un pequeño disfrute” (‘Deberías renunciar a todo por la verdad’ en “Seguir al Cordero y cantar nuevos cánticos”). Las palabras de Dios avivaron mi corazón y me hicieron entender que el dolor de la persecución que estaba sufriendo ahora por mi creencia en Dios tenía un valor y un significado inmensos. Entendí que Dios estaba usando este entorno de sufrimiento para mostrarme claramente la esencia de Satanás que está enemistado con Él, de forma que yo fuera capaz de abandonarlo totalmente y volver así mi corazón de nuevo a Él y lograr un amor sincero por Él. Dios ya ha resistido todo el dolor con el fin de salvarme, ¿no debería un humano corrupto como yo sufrir entonces aún más en aras de obtener la verdad y con el fin de alcanzar un cambio real en mi carácter vital? Este sufrimiento es algo que debería resistir en mi búsqueda para obtener la salvación, necesito esta clase de situación difícil que me temple y edifique; esto es lo que necesita mi vida y deseo aceptar el gran amor de Dios. Hoy sufro junto a Cristo y participo tanto en Su reino como en Sus tribulaciones, esto es enteramente por la elevación de Dios, es Su mayor amor y bendición para mí y debería sentirme feliz. Al pensar esto mi corazón se sintió muy consolado y dejé de creer que encontrarme en una situación así era algo doloroso, por el contrario sentí que lo que me había acontecido era la bendición especial de Dios. Ofrecí una oración a Dios en silencio: “¡Oh, Dios Todopoderoso! Te doy gracias por esclarecerme para que entienda Tu voluntad. Independientemente de cómo me atormente Satanás, no cederé ni me rendiré a él en absoluto. ¡Si vivo o si muero, deseo someterme a Tus orquestaciones, dedicarme totalmente a Ti y amarte hasta que muera!”. La malvada policía me torturó durante dos noches y un día y no consiguió nada de mí. Al final lo único que pudieron decir es que había sido “Diosificada” y me enviaron a un centro de detención.
En cuanto llegué a la celda en el centro de detención, la cabecilla del bloque de celdas, incitada por la policía malvada, empezó a amenazarme: “¡Venga, confiesa! ¡O sufrirás!”. Al ver que yo no iba a ceder se confabuló con las otras presas para castigarme de todas las formas posibles: No me dieron nada de comer, no me dieron agua caliente, me hicieron dormir en el cemento helado cada noche y realizar el trabajo sucio y agotador. Si no lo terminaba, tenía que invertir un tiempo adicional, y si no lo hacía suficientemente bien, me insultaban y me obligaban a permanecer de pie como castigo… Cada día tenía que hacer frente a ser ridiculizada, humillada, discriminada, golpeada e insultada por las otras presas. Aún más, la policía malvada había confiscado mi dinero de forma que, sin un céntimo a mi nombre, ni siquiera podía comprar las necesidades diarias. No tenía ni idea de cuándo terminarían esos días y me sentía muy afligida en mi interior, muy sola y dolorida, y todo el tiempo deseaba salir de aquel lugar demoníaco tan pronto como pudiera. Pero cuanto más deseaba salir de ese entorno, más tenebroso y angustiado se ponía mi corazón y las lágrimas caían inconscientemente de mis ojos. Al estar tan desamparada, sólo podía contarle a Dios una y otra vez mi dolor, con la esperanza ferviente de que Él me guiara una vez más y me capacitara para obedecer Sus orquestaciones y disposiciones. Dios es mi ayuda y sustento en todo momento y una vez más usó Sus palabras para esclarecerme y guiarme: “Independientemente de cómo obre Dios o de la clase de entorno en el que estés, serás capaz de buscar vida, el desarrollo de la obra de Dios en ti y buscar la verdad. Tendrás un entendimiento de las acciones de Dios y serás capaz de actuar según la verdad. Esta es tu fe genuina y esto muestra que no has perdido la esperanza en Dios. Seguirás buscando la verdad en el refinamiento, serás capaz de amar verdaderamente a Dios y no desarrollarás dudas sobre Él. Independientemente de lo que Él haga, seguirás practicando la verdad para satisfacerlo, y serás capaz de buscar profundamente Su voluntad y tenerla en cuenta. Sólo esto es fe verdadera en Dios. Antes, cuando Dios dijo que reinarías como un rey, lo amabas, y cuando Él se mostró abiertamente a ti, lo buscaste. Pero, ahora, Dios está oculto; no puedes verlo, y los sufrimientos han venido sobre ti. En este momento, ¿pierdes la esperanza en Dios? Así pues, debes buscar la vida en todo momento y satisfacer la voluntad de Dios. Esto se llama fe genuina, y es el tipo de amor más verdadero y hermoso” (‘Los que serán hechos perfectos deben someterse al refinamiento’ en “La Palabra manifestada en carne”). Las palabras de Dios eran como una madre amorosa que tranquiliza a un niño angustiado, me dieron ese consuelo y aliento. Sentí que Dios estaba justo detrás de mí, vigilándome y esperando que fuera capaz de mantener mi sincera fe en Él ante Satanás, de resistir el dolor en silencio para seguir siendo capaz de amarlo y satisfacerlo en medio de entornos dolorosos y cuando estuviera asediada por las fuerzas de las tinieblas, de dar testimonio de Él; este es el testimonio más poderoso que avergüenza a Satanás. Aunque estaba presa en esta guarida de diablos, el amor de Dios siempre estaba conmigo. Cuando sufría tortura cruel y tormento y me sentía débil, cuando soportaba los ataques de Satanás y me sentía dolorida y angustiada, siempre podía ver la provisión de Dios para mi vida, podía sentir la consolación del amor de Dios y ver Su mano abriéndome la salida. Él siempre está a mi lado, pensé, cuidándome y haciéndome compañía. Su amor por mí es muy profundo, ¿cómo podría yo frustrar Su voluntad? Yo no debería tener consideración hacia mi carne y menos aún intentar huir de los entornos que Dios dispone para mí. Debería recordar la fe que tenía antes, dedicar mi amor sincero a Dios y dar testimonio de Él ante Satanás. El dolor de mi corazón desapareció al pensar estas cosas y me decidí a amarlo y satisfacerlo aunque tuviera que sufrir todas las agonías. No pude evitar cantar un himno de experiencia: “Con corazón y Espíritu, ¿por qué no puede el hombre amar a Dios? Él es mi sustento, ¿qué más hay que temer? Debería luchar contra Satanás hasta el final. Dios nos levanta y deberíamos dejarlo todo atrás y participar en el sufrimiento de Cristo. Yo preparo mi amor y lo dedico todo a Dios y vengo con Él en gloria. El Espíritu de Dios está oculto en la carne y Él ha obrado y nos ha dirigido durante mucho tiempo. Hago un voto para dedicar todo mi corazón y mi cuerpo y compensar a Dios por medio de un esfuerzo concienzudo y exhaustivo” (‘El reino’ en “Seguir al Cordero y cantar nuevos cánticos”). Cuando fortalecí mi fe y deseé satisfacer a Dios experimenté una vez más Su tierno amor por mí. Él dispuso que un oficial de la cárcel me proporcionara muchos artículos para mi uso cotidiano. Mi corazón quedó muy conmovido y di gracias a Dios desde lo profundo de mi corazón. Pasados cuarenta días la malvada policía vio que no había manera de conseguir nada de mí, por lo que me impusieron cargos por ser “miembro de una secta” y exigieron a mi familia el pago de varios miles de yuanes antes de liberarme.
Pensé que recobraría mi libertad una vez llegara a casa, pero la policía del PCCh nunca dejó de controlarme y siguió limitando mi libertad personal. Me prohibieron salir de casa, me ordenaron estar siempre disponible para ellos y enviaron a alguien a vigilarme. Incluso amenazaban a mi familia cada pocos días y les advertía que me vigilaran de cerca. Desde fuera parecía que me habían liberado, pero la malvada policía me tenía prácticamente bajo arresto domiciliario. Por tanto no me atrevía a establecer contacto con mis hermanos y hermanas en la iglesia ni a llevar a cabo mi obligación y mi corazón se sentía muy oprimido y afligido. Lo que me indignaba aún más era que la malvada policía estaba engañando a las personas del pueblo con sus perversas mentiras y les decía que mi creencia en Dios me había hecho enloquecer, que no estaba en mis cabales y que era capaz de cualquier cosa… Ante una conducta tan despreciable como la difusión de tales rumores, semejante difamación, no podía evitar que se azuzaran las llamas de mi ira. Los diablos no podían controlarme de esa manera, debía luchar para liberarme de sus garras demoníacas y devolver el amor de Dios. Y así, con el fin de escapar del control de la malvada policía, no tuve otra elección que marcharme de casa e ir a llevar a cabo mi obligación.
Tres años pasaron en un abrir y cerrar de ojos. Pensaba que la policía del PCCh ya no estaría controlándome, así que regresé a casa para llevar a cabo mi obligación. Sin embargo, de forma inesperada, una mañana temprano en agosto de 2006, tras no haber estado en casa muchos días, la malvada policía me visitó. Unos gritos me despertaron sobresaltada: “¡Abran la puerta enseguida o la echaremos abajo!”. Tal como mi marido abrió la puerta siete u ocho policías irrumpieron como bandidos y sin ninguna explicación me agarraron y arrastraron hasta su coche. Como Dios estaba protegiéndome, no tuve miedo. Simplemente oraba y oraba: “¡Oh Dios Todopoderoso! Hoy he caído de nuevo en las manos de estos diablos. Protege mi corazón, dame fuerza, y que yo pueda dar otra vez testimonio por Ti”. Una vez llegamos a la comisaría, la malvada policía me sacó a la fuerza una foto y tomó mis huellas dactilares. Seguidamente, con una lista de nombres, empezaron a presionarme con preguntas: “¿Conoces a estas personas? ¿Quiénes son tus compinches?”. Al ver en la lista los familiares nombres de algunas de mis hermanas, respondí sosegadamente: “¡No las conozco y no tengo compinches!”. Tan pronto como terminé de hablar uno de ellos me gritó: “Desapareciste durante varios años, ¿dónde estuviste entonces? Tienes compinches. ¿Sigues creyendo en Dios Todopoderoso? Di la verdad”. Las palabras del malvado policía hicieron que me sintiera a la vez triste y resentida y me enojé mucho: hoy creo en el único Dios verdadero que hizo los cielos y la tierra y todas las cosas, busco la verdad, la senda que recorro es la correcta en la vida y todas estas cosas son claras y justas. Pero estos diablos tan absolutamente carentes de conciencia siguen persiguiéndome, limitando mi libertad personal, obligándome a irme de mi propia casa, separándome de mi familia e intentando obligarme a traicionar a Dios. ¿Qué hay de malo en creer en Dios y tratar de ser una buena persona? ¿Por qué no me permiten seguir a Dios Todopoderoso y recorrer la senda correcta en la vida? La banda de diablos que compone el gobierno del PCCh es realmente perversa e impía; sus miembros son enemigos irreconciliables de Dios y desde luego son enemigos con los que no puedo coexistir. Entre mi tristeza y resentimiento no pude evitar recordar las palabras de Dios Todopoderoso: “¡Esos lacayos! Devuelven odio por amabilidad, han desdeñado a Dios desde hace mucho tiempo, lo han maltratado, son en extremo salvajes, no tienen el más mínimo respeto por Dios, roban y saquean, han perdido toda conciencia, no tienen rastro de amabilidad […] ¡Su intromisión ha dejado todo lo que está bajo el cielo en un estado de oscuridad y caos! ¿Libertad religiosa? ¿Los derechos legítimos y los intereses de los ciudadanos? ¡Todos son trucos para tapar el pecado! […] Miles de años de odio están concentrados en el corazón, milenios de pecaminosidad están grabados en el corazón; ¿cómo no podría esto infundir odio? ¡Venga a Dios, extingue por completo Su enemistad, no permitas que siga más tiempo fuera de control, que provoque más problemas como desea! Ahora es el momento: el hombre lleva mucho tiempo reuniendo todas sus fuerzas; ha dedicado todos sus esfuerzos, ha pagado todo precio por esto, para arrancarle la cara odiosa a este demonio y permitir a las personas, que han sido cegadas y han soportado todo tipo de sufrimiento y dificultad, que se levanten de su dolor y le vuelvan la espalda a este viejo diablo maligno” (‘Obra y entrada (8)’ en “La Palabra manifestada en carne”). A partir de estas palabras de Dios entendí Su voluntad y ahí surgió en mí un odio amargo hacia estos diablos. Dios creó los cielos y la tierra y todas las cosas y Él levanta a la humanidad; esta disfruta de Su abundante generosidad y creer en Él y adorarlo siempre ha sido la ley del Cielo y el principio de la tierra. Aun así, el gobierno del PCCh hace todo lo que puede para reprimir brutalmente a quienes creen en Dios Todopoderoso; los caza salvajemente, los encarcela de forma ilegal, los tortura y atormenta con crueldad, los confina en campos de trabajo y los insulta y se burla de ellos, con la esperanza vana de exterminar a todos los que creen en Dios y abolir la obra de Dios para salvar al hombre en los últimos días, ¡es realmente malvado y despreciable en extremo! A lo largo de estos años, de no haber sido por la protección y el cuidado de Dios Todopoderoso, hace mucho que Satanás el diablo me habría dado muerte. Tomé una determinación ante esta batalla espiritual de vida y muerte: ¡debo mantenerme firme por la verdad y debo seguir amando a Dios aunque sufra un dolor extremo, comprometo mi vida para mantenerse firme en el testimonio de Dios!
Al verme mirarlos sin decir una palabra los malvados policías me gritaron exasperados: “¿No hablarás, eh? ¡Espera a que nuestros jefes vengan a interrogarte personalmente y veremos si tu boca se mantiene cerrada!”. Al oír que los jefes de la policía malvada iban a venir a interrogarme en persona no pude evitar sentirme un poco nerviosa. Pero pensé en cómo había experimentado realmente en la adversidad la soberanía de Dios sobre todo y Su administración de todas las cosas, y en cómo Sus palabras tienen una autoridad única y una poderosa vitalidad, e inmediatamente surgieron en mí la fe y la valentía para prevalecer sobre las fuerzas de las tinieblas de Satanás. Aunque estos policías malvados son extremadamente crueles e inmisericordes no son más que tigres de papel, parecen fuertes por fuera pero son débiles por dentro y también son manipulados por las manos del Creador. En mi corazón se consolidó mi determinación con Dios: Oh, Dios, por mucho que los diablos me atormenten, sólo pido que reafirmes mi fe, fortalezcas mi corazón que te ama y permitas que me convierta en tu testimonio victorioso aunque me cueste la vida. Debían de ser más de las 10 de la mañana cuando llegaron dos hombres que se identificaron como directores adjuntos de la Oficina de Seguridad Pública. Me miraron sin decir una palabra y después uno de ellos me agarró por el pelo y me presionó con preguntas: “¿Sigues creyendo en Dios Todopoderoso?”. Al ver que permanecía en silencio, el otro jefe de la policía malvada gritó salvajemente: “¡Si no hablas, hoy vas a probar el dolor!”. Cuando dijo aquello, ladrando como una bestia salvaje, me agarró del pelo, me levantó y me tiró al otro lado de la habitación; caí tan fuerte que fui incapaz de volver a levantarme. Después me arrastraron por el pelo y me golpearon y patearon, gritando conforme me pegaban: “¿Hablarás?”. Inmediatamente, mi rostro ardía dolorido y el cuero cabelludo me dolía de una forma insoportable, como si me lo hubieran arrancado. Estas dos bestias vestidas de humanos parecían caballeros respetables desde fuera, pero en su interior eran feroces y despiadados como animales salvajes. ¡Me hicieron ver de forma incluso más clara que este perverso partido político, el PCCh, es la personificación de Satanás y sus garras son una banda de demonios y espíritus malignos! ¡Al final se encontrarán con la maldición de Dios! Estos dos jefes de la malvada policía vieron que no me estaba rindiendo a su poder despótico, por lo que me agarraron del pelo y empezaron a apretarme contra el suelo como si se hubieran vuelto locos y ambos usaron los pies para patearme y pisotearme cruelmente. Después tiraron de mí hacia arriba y me patearon con rabia en la parte posterior de mis piernas, tan fuerte que caí de rodillas al suelo; entonces dijeron salvajemente: “¡Arrodíllate y no te muevas! Puedes ponerte de pie cuando digas la verdad. ¡Si no hablas, ni siquiera pienses en ello!”. Si me movía un poco, me tiraban del pelo con violencia y me golpeaban y pateaban. Estuve de rodillas durante tres o cuatro horas, tiempo durante el cual perdí la cuenta de las veces que me golpearon porque no podía sostenerme. Al final caí al suelo aturdida, me increparon por fingir estar muerta y me tiraron del pelo de forma tan implacable y violenta que me dolía el cuero cabelludo como si me lo hubieran arrancado. En aquel momento era como si todo mi cuerpo se me hubiera hecho pedazos, no podía mover un solo músculo y sufría un dolor insoportable. Sentía que mi corazón podía dejar de latir en cualquier momento. Seguí invocando a Dios para que me diera fuerza, y Sus exhortaciones y palabras de aliento irrumpieron en mi mente: “Pedro fue capaz de amar a Dios hasta la muerte. Cuando murió —cuando lo pusieron en la cruz— seguía amando a Dios; no pensó en sus propias perspectivas de futuro ni buscó esperanzas gloriosas o pensamientos extravagantes, y sólo buscó amar a Dios y obedecer todas Sus disposiciones. Así es el estándar que debes lograr antes de que se pueda considerar que has dado testimonio, antes de pasar a ser alguien que ha sido perfeccionado tras haber sido conquistado” (‘La verdad interna de la obra de conquista (2)’ en “La Palabra manifestada en carne”). Las palabras de Dios me dieron fe y fuerza: ¡Sí! Pedro fue crucificado cabeza abajo por Dios y siguió siendo capaz de amarlo aunque su carne sufría un dolor insoportable. Él venció a la carne, derrotó a Satanás y sólo este tipo de testimonio es rotundo y capaz de consolar el corazón de Dios. Yo quiero imitar a Pedro para que Dios pueda ser glorificado en mí. Aunque mi carne sufre un dolor extremo, sigue siendo mucho menor que el que Pedro experimentó al ser clavado en la cruz cabeza abajo. Satanás desea hacer que yo traicione a Dios torturando mi carne, pero Él usa esta oportunidad para perfeccionar mi amor sincero por Él. ¡Hoy no me rendiré en absoluto a Satanás ni permitiré que su conspiración tenga éxito! ¡Quiero vivir por el amor a Dios! Perdí de inmediato todo miedo a morir; ¡me decidí a entregarme enteramente a Dios y juré por mi vida que sería leal a Él! Acto seguido, oré a Dios: “Oh, Dios Todopoderoso, soy un ser creado que te adora y obedece como debe. ¡Te doy mi vida y tanto si vivo como si muero, creo en ti y te amo!”. Sentí al instante un gran alivio del dolor de mi cuerpo y tanto este como mi mente adquirieron un sentimiento de ligereza y liberación. En aquel momento no pude evitar canturrear en mi corazón un himno de experiencia: “Hoy por causa de Dios, sufre dificultades; mañana hereda bendiciones de Dios. Por el propósito de ver el día en que Dios obtenga Gloria, yo daría mi juventud y mi vida. ¡Oh! Amor de Dios, hechiza mi corazón. Es difícil dejarlo. Es difícil apartarse de Él. Beberé la copa amarga. Prefiero vivir mi vida en amargura. Humillado u ofendido, devolveré el amor de Dios toda mi vida” (‘Deseo ver el día en que Dios obtenga gloria’ en “Seguir al Cordero y cantar nuevos cánticos”). Los jefes de la malvada policía estaban completamente agotados de infligirme sufrimiento y se quedaron allí de pie sin decir nada durante mucho tiempo. Al final, desconcertados sobre qué hacer a continuación, me gritaron enojados: “¡Tú espera!”. Después se marcharon. Los demás policías malvados se quedaron por allí hablando entre sí: “Esta mujer es muy dura, nadie puede hacer nada con ella. Es más dura que Liu Hulan…”.[a] En aquel punto sentí un estímulo tan grande que no pude evitar que se me cayeran las lágrimas. ¡Dios era victorioso! De no haber sido por las palabras de Dios Todopoderoso que proveyeron para mí una y otra vez y por el sustento de Dios en secreto, simplemente no habría sido capaz de mantenerme firme. ¡Toda la gloria y la alabanza a Dios Todopoderoso! Al final la policía malvada me encerró en un centro de detención.
En el centro de detención los malvados policías seguían sin estar dispuestos a dejarlo pasar y me interrogaban cada pocos días. Cada vez que lo hacían me sentaban en la sala de interrogatorios delante de una ventana con barrotes metálicos y en el momento que mi respuesta no les satisfacía, me agarraban y golpeaban en la cara con violencia o me tiraban del pelo y me chocaban la cabeza contra los barrotes. Al ver que seguían sin llegar a ninguna parte se pusieron furibundos. Al final se dieron cuenta de que ser duros conmigo era inútil, por lo que cambiaron a tácticas más suaves y trataron de seducirme y persuadirme diciendo: “¡Tus hijos y tu marido están esperándote en casa! Y tu marido nos suplicó por ti. Habla con nosotros y pronto estarás de vuelta y reunida con ellos”. Estas falsas palabras me repugnaron e hicieron que los odiara tanto que pedí en mi corazón que Dios los maldijera. Despreciaba a esta banda de policías malvados, viles y sinvergüenzas. ¡Jugaran la mano que jugaran yo no iba a moverme un ápice! ¡En esta vida nadie puede sacudir mi determinación de seguir a Dios Todopoderoso! Al final los policías malvados habían jugado todas sus cartas, me mantuvieron encerrada durante 40 días, me multaron con 2000 yuanes y después me liberaron.
A lo largo de mis experiencias hasta hoy, en todo el recorrido, he llegado a darme cuenta profundamente de que alguien como yo, una campesina común y ordinaria que antes no tenía entendimiento o valentía, puede vencer en medio de varios episodios de torturas para confesar y de tormentos y daños crueles por parte de la policía del PCCh, puede ver con claridad la esencia reaccionaria del gobierno del PCCh que se opone tozudamente a Dios y hace daño salvajemente al pueblo escogido de Dios, puede ver con claridad su actuación repugnante que engaña al público para respaldar su propia reputación y que oculta sus formas malvadas, y que esto se debe totalmente a los maravillosos hechos y al poder de Dios. ¡En mi experiencia práctica he llegado a apreciar realmente que la autoridad y el poder de las palabras de Dios son tan grandes que la vitalidad que Dios concede al hombre es infinita y puede vencer a las fuerzas malignas de Satanás! En el sufrimiento percibí que la fragancia del amor de Dios mantuvo mi corazón fresco y puro en todo momento y evitó que me perdiera. Independientemente de dónde pueda estar o de en qué clase de circunstancias pueda encontrarme, Dios siempre me está vigilando y Su amor siempre está conmigo. Mi honor es ser capaz de seguir a este Dios verdadero, práctico, y poder experimentar esta clase de persecución y adversidad y poder probar Su maravilla, Su sabiduría y Su omnipotencia es aún más mi buena fortuna. ¡De hoy en adelante, que sea capaz de hacer todo lo posible para buscar la verdad y lograr un verdadero conocimiento de Dios, amarlo hasta el final y mantenerme firme en mi lealtad!
Nota al pie:
a. Liu Hulan fue una espía adolescente que trabajó para los comunistas durante la guerra civil china en los años 1940. No sobrevivió a la guerra, pero más adelante fue proclamada como símbolo de sacrificio y valentía por el Partido Comunista y alabada como heroína.
De “Testimonios de los vencedores”